¿Has usado alguna vez un programa para analizar tus libros o escritos? Si no lo has hecho aún, tienes que probar la sensación que se siente al descubrir, después de pensar que tu historia estaba impecable, que hay unas herramientas por ahí llamadas analizadores de textos que destripan los escritos revelando coletillas, repeticiones y otras adiciones carentes de significado.
Los analizadores de texto se emplean en varios ámbitos como en el académico o en marketing, pero también pueden ser útiles en la escritura creativa. Dependiendo del analizador, podemos limitarnos a un estudio cuantitativo que arroje conclusiones muy genéricas, pero también hay otros análisis más complejos de tipo semántico o léxico.
Dejando al margen una búsqueda en Internet en la que podríamos encontrar todo tipo de programas online con esta función, usaré aquí a modo de ejemplo un analizador básico que usé para mejorar mi libro La máquina de soñar.
HTTP://TEXTALYSER.NET/
Para usar Text Analyser solo tienes que pegar tu texto o subirlo en un archivo. Luego presionas el botón “Analyze text”, ¡y magia! Primero obtendrás resultados de parámetros un poco más complejos como “Readability” o el porcentaje de repetición, y luego verás un listado con las palabras usadas en el escrito ordenadas por número de usos y en diferentes combinaciones.
¿Qué datos significativos aporta un análisis cuantitativo de texto?
http://textalyser.net/ no permite la descarga de los datos en excel de manera que se podrían comparar las métricas entre diferentes textos, pero sí se pueden comparar las tablas-resumen del inicio del informe.
Es interesante comparar varios escritos propios, por ejemplo de momentos diferentes de la vida, o en diferentes géneros, registros o estilos léxicos. Después de realizar el análisis sobre dos de mis historias, me han sorprendido las diferencias en ciertos aspectos, y algunas métricas pueden anticipar cómo será la experiencia del lector en el sentido más formal.
En la segunda parte del informe nos encontramos con las palabras y grupos de palabras repetidos. Hay palabras de uso obligatorio o casi obligatorio como artículos, algunos adverbios o preposiciones. Pero después del análisis he descubierto que lo que da mala sensación de lectura no son tanto las palabras individuales (salvo en el caso de los nombres propios), sino ciertos grupos de dos o más palabras que casi nunca aportan significado.
Lo mejor que se puede hacer con estas combinaciones es eliminarlas o sustituirlas por sinónimos buscando una mayor variedad léxica.
Análisis propio
Cada escritor debe hacer un análisis de sus propios textos según sus criterios, pero aquí voy a poner como ejemplo lo que aprendí analizando La máquina de soñar.
Al comparar el informe de esta obra con otro texto que redacté después pude apreciar algunas cosas interesantes, como que mi variedad léxica había mejorado, o que usaba frases más largas (click para ampliar):
Es normal no obsesionarse con la repetición de palabras en un primer estadio de la escritura, cuando las ideas deben fluir sin impedimento, pero creo que sí hay que preocuparse por el estilo en las últimas lecturas (yo lo hago al final, para pulir el escrito).
Creo que más allá de quedarse en una anécdota, el uso de estas herramientas puede tener una función concreta y quizás enseñarnos algo que nos sirva en posteriores trabajos. Por ejemplo, yo extraje de este análisis una “Lista negra” de combinaciones de palabras:
- Adverbios o complementos circunstanciales de tiempo: “un instante”, “un rato”, “momento”, “de repente”, “de pronto”, “al final”.
- De modo: “atención”, “forma”, “modo”, “de manera”, “de golpe”, “de un lado a otro”.
- De cantidad: “un poco”, “poco”.
- De lugar: “a su alrededor”, “frente a”.
- Expresiones faciales o corporales: “una sonrisa”, “apretó los” (que suele ir acompañada con “labios” o “manos”), “le miró con”, “con disimulo”, “de hombros”, “los ojos muy abiertos”, “frunció el”, “entrecerró los ojos”, “con el ceño”.
- En menor medida, verbos de acción: “se abalanzó”, “se giró”.
Después de hacer este resumen, comprobé que en muchas de las oraciones la eliminación de estas expresiones no restaba significado relevante a la acción, y además de este modo la lectura se hacía más fluida en ciertos puntos, evitando que el lector se fijara en la forma para concentrarse en el contenido.
Además de eliminar palabras también se pueden usar estas métricas para pulir el estilo y dar coherencia al uso de expresiones: por ejemplo, ¿cuándo usamos palabras sinónimas como «tipo» y «hombre», «clase» y «modo», o «ceño» y «entrecejo»? ¿Lo hacemos por una razón o de manera arbitraria?
Conclusión
Creo que es aconsejable realizar este tipo de análisis léxicos en la producción propia para reflexionar sobre el significado de las palabras y, si es necesario, reformular ciertas cuestiones de estilo.
No creo que haya que obsesionarse con la repetición de palabras y los análisis cuantitativos, y hay que saber cómo formular o controlar la espontaneidad y la naturalidad en la escritura.
Para resumir, en el proceso de análisis textual de estilo, en ese momento en el que dudo si eliminar una palabra o no, recuerdo que es mejor usar una palabra solo cuando la acción no podría haber ocurrido de otra manera.
¿Qué has descubierto sobre tu estilo usando un analizador de texto?
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