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La historia no tiene título todavía, pero lo que sí se sabe es que contendrá:

• A Kerry Foster viéndose envuelto en un caso que no tiene interés alguno en resolver.
• A varios miembros de la clase aristócrata a los que podrá tomar el pelo sin que ellos se den cuenta para que al menos se le haga el rato más llevadero.
• Un misterioso laberinto donde desaparecen personas y otros seres vivos.
• Un planteamiento narrativo que dinamitará los cánones actuales y supondrá el fin de la literatura tal y como la conocíamos hasta ahora.*

Aquí va un fragmento para abrir boca:

El agente se aclaró la voz.

—Lo siento mucho, mademoiselle, pero si quiere denunciar una desaparición deberá esperar a que hayan pasado cuarenta y ocho horas.

—¡Cuarenta y ocho horas! ¡Mon petit chien no podría vivir ni un minuto más sin mí! —exclamó ella con una mano sobre el pecho, que subía y bajaba con agitación.

El agente pestañeó y debió de pensar que lo más apropiado dada la situación sería despedirse a la francesa.

—Gracias. Buen día —dijo, inclinó la cabeza ligeramente, y dio media vuelta.

Ella entrecerró los ojos, tensó los brazos en los costados, y resopló fuerte por la nariz. Juro que nunca nadie me evocó con tanta claridad la imagen de una tetera traqueteando. 

—¡Mi pequeñín jamás me abandonaría! —espetó, y el policía dio un respingo-. Además, aquel monsieur dijo que volvería en seguida. No hay otra explicación: algo muy malo les ha tenido que pasar ahí dentro.

La mujer disparó un dedo acusador hacia la puerta del laberinto.  

Entonces, como quien se da cuenta de que hay un elefante en la habitación, los curiosos levantaron las cabezas al unísono y recorrieron con la mirada los dos metros de altura que alcanzaba el macizo de vegetación; y luego, el arco de medio punto que coronaba la entrada, una estructura de hierro forjado en la que se entretejía una enredadera salpicada de rosas blancas y rojas. En la cima, trazado con tanta delicadeza que parecía flotar, estaba caligrafiado el epígrafe “ante quam cogitat relinquam”.

—Oh —dije yo, dando un paso al frente—. Como reconocido y experimentado estudioso del arte, me hallo en disposición de traducir el texto que ustedes contemplan con estupor por: “antes de entrar, piensa en cómo saldrás”.

Un murmullo receloso se levantó a mi alrededor, y yo asentí con solemnidad.  

*Puede que aquí me haya dejado llevar.