Me gusta el humor. Especialmente verlo y escribirlo.
Cuando alguna vez he estudiado o me he interesado por una disciplina nueva, me he preguntado dónde está el umbral que la gente (o mucha gente) piensa que hay que traspasar para ser considerado un especialista en el tema.
Pienso que lo importante es demostrar las cosas haciéndolas, más que certificándolas o contando que las haces o cómo las haces, pero igualmente suelo fijarme en cómo las demás personas juzgan el trabajo ajeno, y en qué varas de medir usan.
En cuanto al humor, nunca lo he tenido muy claro. ¿Qué es lo que, a ojos de los demás que hacen (o quieren hacer) humor, te convierte en un especialista? ¿Qué método, cursos o especialidades son las que hay que conocer para poder hacer uso legítimo de este género, herramienta, o como quiera llamársele?
El otro día me sorprendió un comentario que hizo Ron Gilbert en un Q&A al que asistí en el que le hicieron varias preguntas sobre el secreto de su exitoso uso del humor en las aventuras gráficas de Lucas Arts.
Lo que dijo fue que en su proceso creativo, las ideas simplemente se materializan en su cabeza, y entonces solo hay dos cosas que puede hacer con ellas: o usarlas, o descartarlas. Si decide usarlas, las lanza ahí afuera, y el público ya se encargará de dejar claro si funcionan o no.
Sin embargo, dijo también, si tienes dudas, mejor que no te pongas a «deconstruir» los chistes, tratando de, por ejemplo, hacerlos más políticamente correctos. Si te dedicas a «pulir las esquinas», entonces el chiste pierde la esencia que lo hizo chiste en primer lugar.
De modo que así de fácil (y difícil) es hacer humor para Gilbert. Preparas el setting, preparas la historia, y piensas el chiste, la ironía o el sarcasmo. Y se acabó. O lo tienes o no lo tienes. O lo disparas o lo destruyes.
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