Para bien o para mal, tiendo a extenderme cuando escribo. Si trabajo con espacio limitado, que suele ser a menudo, tengo que esforzarme el doble para no extralimitarme.
Por supuesto, cuando escribo mis historias o los posts de este blog, nadie me impone ningún límite, así que suelo explayarme con artículos de una media de dos mil o tres mil palabras. El único límite que puedo llegar a imponerme es, quizás, el de no torturar más de la cuenta al lector. Quiero decir, creo que ya te torturo bastante tal y como escribo ahora, pero te aseguro que podría hacerlo más todavía.
De hecho, la verdad es que aquí suelo usar un registro más bien conciso y carente de artificios, porque entiendo que el medio (un blog de WordPress) está asociado a cierto ámbito de uso en el que el lector da ciertas cosas por sentadas, como por ejemplo, que encontrará artículos interesantes pero de una longitud relativamente corta.
Si te sigue pareciendo que me enrollo demasiado, tienes que dar una leída a alguna de mis historias de la serie de Las Aventuras de Kerry Foster, que es lo más cercano a la incontinencia literaria a lo que he llegado nunca. Si es que existe tal cosa. Y ahora, si me permites, voy a introducir un título de sección, porque si no me parece que me voy por las ramas.
¿Extenso es bueno o malo?
La cuestión es que a lo largo del tiempo he recibido algún comentario sobre lo extensos que eran mis artículos en comparación con los de otros medios, aunque nunca suelen indicar si lo ven como algo bueno o malo.
Yo supongo que esto será como todo. Si el texto es extenso pero lo que dices no vale la pena, pues seguramente hubiera sido mejor que lo hubieras escrito con menos palabras, o incluso que no lo hubieras escrito en absoluto. Luego, si existe un contenido, o si lo que dices, lo dices con gracia, yo creo que tienes legitimidad para ser generoso con las palabras.
Sé que hay gente que cree en la concisión como en un credo. Habiendo estudiado Publicidad y Periodismo, siempre me han enseñado a procurar la economía del lenguaje y a comunicar con recursos limitados. En algunos contextos, como cuando escribo un email en el trabajo, soy la primera que me aplico estas normas, pero a mí, por naturaleza, me gustan los equívocos, los circunloquios y las repeticiones; eso sí, siempre que haya cierta música en ellos.
También, quizás, haya algo de miedo subyacente en mi estilo de escritura. A veces tengo miedo de que no se entienda lo que digo, o peor aún, de que se entienda mal, y por eso tiendo a explicar demasiado las cosas. Pero bueno, con lo dispersa que tenemos la atención últimamente, he comprobado que es un recurso bastante eficaz. Si la persona no se duerme, acabará entendiendo lo que quiero decir casi del mismo modo en que yo lo pienso.
Estudio de un caso
Siempre he dado por supuesto que un artículo más corto y con mayor variedad en el formato y la maquetación siempre sería más atractivo para el público, aunque nunca he dejado que estas asunciones modificaran mi manera de expresarme aquí.
El otro día se me ocurrió que como mi blog ya tiene bastante contenido, podría comprobar con mis propias métricas hasta qué punto existiría una relación entre la longitud de un artículo y otros indicadores de uso.
Para obtener estas gráficas he analizado noventa y un artículos publicados en los dos últimos años:
1. Relación entre extensión y duración media de la sesión
(Duración media de la sesión es el tiempo que el visitante ha pasado en la página del artículo.)
A la luz de este gráfico creo que se puede afirmar que, efectivamente, cuanto más extenso es un artículo, más tiempo pasa el lector en la página. Sin embargo, el tiempo dedicado crece a un ritmo mucho menor que el número de palabras hasta que los artículos alcanzan las 1700 palabras aproximadamente. Cuando los artículos comienzan a ser de verdad largos, todas las duraciones de sesión medias se alargan en gran medida.
Una de las interpretaciones de estos datos podría ser que cuando una persona llega a un artículo, hace una lectura rápida independientemente de su extensión, excepto cuando percibe que se trata de un artículo de verdad largo, en cuyo caso decide leerlo con mayor detenimiento.
2. Relación entre extensión y Bounce Rate
(Bounce Rate es el porcentaje de gente que aterriza en la página y se va sin hacer nada más.)
En este gráfico vemos que en los artículos más cortos existe una mayor variedad de porcentajes de Bounce Rate. Sin embargo, cuando los artículos pasan de las 1000 palabras, el Bounce Rate se mantiene por encima del 75%.
Esto no hace otra cosa que confirmar lo que ya sospechaba: los artículos muy largos «asustan» a la mayoría de los lectores.
3. Relación entre extensión y Exit Rate
(Exit Rate es el porcentaje de gente que ya estaba navegando en el blog antes de visitar la página del artículo, y que cuando llegó a ese artículo, abandonó la sesión.)
Aquí la tendencia es igual que en el caso anterior, es decir, cuando alguien visita un artículo corto, es tan probable que abandone la sesión como que continúe visitando otras páginas. Sin embargo, cuando los artículos superan las 1300 palabras, cada vez es más probable que terminen abandonando.
La diferencia con la métrica anterior es que el Bounce Rate suele ser mucho más alto que el Exit Rate. En esto yo interpreto que cuantas más páginas visita una persona, es más probable que visite todavía más páginas. Sin embargo, si una persona acaba de llegar a la web (que es el comportamiento que mide el Bounce Rate) y no ha llegado a sentirse interesada en los contenidos, es más probable que abandone.
Conclusión
Este estudio ha sido realizado con datos obtenidos tan solo en mi blog, así que no sé hasta qué punto los resultados serían similares en otros medios, pero sí creo que representan cierta tendencia lógica que coincide más o menos con lo que dicta el sentido común.
Primero, que solemos aplicar los mismos mecanismos de lectura a todos los textos del mismo medio, sean de la extensión que sean, y que ya de entrada estamos dispuestos a dedicarles un tiempo determinado. Y por otra parte, que los artículos muy extensos hacen que mucha gente abandone la sesión, seguramente porque la cantidad de información les abruma.
Sin embargo, este no deja de ser un análisis cuantitativo. Podría ser que hubiera menos lectores que se quedaran a leer los artículos largos, pero que fueran esas las personas a las que pudiera transmitir mis ideas con mayor claridad, y con las que logre establecer un vínculo más fuerte.
Al está en nuestras manos como creadores de contenido decidir qué asunciones hacer con respecto a lo que espera el lector, y en qué nivel, de todos los posibles, sintonizar con él.
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